Monasterio Santa María la Real. Siglos XII y XIII.
Aguilar de Campoo.
Es una antigua abadía de la orden Premonstratense situada en Aguilar de Campoo, población que se ubica en la margen izquierda del río Pisuerga en la zona nororiental de la provincia palentina. Es el centro neurálgico del Románico Norte en esta provincia.
La Fundación Santa María la Real tiene en esta zona su “cuartel general” así como el Centro de Estudios del Románico. Labor encomiable la que desde 1978 llevan a cabo bajo la dirección de José María Pérez González (“Peridis”). Antes de que este grupo se ocuparan de su guarda, y a pesar de haber sido declarado Monumento Nacional en 1866, no se le había dedicado al monasterio más cuidado que el necesario para desmontar sus mejores capiteles del arco triunfal del templo para llevarlos en depósito al Museo Arqueológico Nacional. En la comarca era conocido como “El Convento Caído”. Ello nos da clara idea de su situación.
Peridis cuenta recuerdos de su infancia refiriendo entre otras cosas que a la entrada de la ruina del Convento Caído había un cartel que decía “Monumento Nacional. Prohibido el paso”
Hoy acoge visitantes de todos los lugares, alberga un instituto de Bachillerato Superior; el Museo del Románico y es punto de encuentro para aficionados y estudiosos de esta interesante época medieval.
El Premio Europa Nostra 1987 vino a reconocer la ingente labor realizada. Un placer conocerlos y un estilo a imitar. Con el paso de los años, desde mi ya lejana primera visita en 2004, puedo decir con satisfacción que cuento con su amistad.
La emblemática espadaña que sirve de icono a la Fundación. Empotrado en el lado norte de su hastial de poniente queda un descabezado ángel portando cartela epigrafiada. El estilo de los pliegues de sus ropajes evoca a lo visto en Santiago de Carrión de los Condes, en Moarves. en Cozollos…
Este monasterio en su origen comparte leyenda cinegética con el emblemático monasterio aragonés de San Juan de la Peña.
En el Pinatense, el cazador llamado Voto perseguía a un ciervo y cayó al vacío librándose milagrosamente de la muerte, hallando en su aterrizaje el cadáver del ermitaño Juan de Atarés lo que le indujo junto con su hermano Félix a abrazar en ese lugar la vida eremítica siendo semilla del actual monasterio.
En el Aquilarense el cazador tiene por nombre Alpidio y la presa acosada es una jabalina con sus crías que le conduce hasta una iglesia doble entre la vegetación. Relató los hechos a su hermano Opila, abad de San Miguel de Tablada que decide fundar allí un monasterio…
De una u otra forma, lo cierto es que las primeras noticias documentales del lugar se remontan a 1020 y aparecen en el cartulario de Aguilar dando cuenta de donaciones al mismo al tiempo que confirman su estructura dúplice (“fratres et sorores“). Posteriormente sería lugar de monjes Cluniacenses hasta que en 1169 fue cedido por Alfonso VIII a una comunidad de canónigos premostratenses procedentes del monasterio de Santa María de Retuerta (Valladolid).
El monasterio se organiza al modo cisterciense entorno a su claustro. Numerosas son las reformas llevadas a cabo. En el XVII se le añaden dos grandes alas hacia el este que configuran el espacio abierto por el que se accede al lugar.
La iglesia se acabó de edificar en 1213. Sita al lado norte del claustro se orienta canónicamente y consta de tres naves de cuatro tramos cada una más el transepto. La central remata en ábside de siete lados, cuatro de los cuales lucen hoy alargados ventanales dobles ya en clave de transición hacia el gótico. Recios pilares cruciformes con semicolumnas adosadas segmentan el espacio interior y reciben los empujes de las bóvedas a través de fajones y formeros apuntados, así como de las nervaduras de las crucerías.
Un bello espacio recuperado, en cuyas naves laterales podemos contemplar reproducciones de buen número de templos románicos del entorno.
Recientes excavaciones en la cabecera del templo pusieron de manifiesto los cimientos de la cabecera de una iglesia románica previa, de ábside semicircular, así como de su articulación con los muros laterales. Se ha dejado constancia de ello por medio de pavimento de diferente color.
La estructura exterior del templo se halla en buena parte semioculta por edificaciones anejas.Al lado sur del transepto, con sus canecillos y ventanal que decora con las arpías ya conocidas desde que las vimos en Santa Eufemia de Cozollos o Vallespinoso, entre otros lugares.
La escalera metálica volada, adosada a los muros que cumple su cometido sin ocultarlos, mereció un comentario de la Reina en la entrega del premio Hispania Nostra por la restauración del templo. Dijo “¡Qué escalera más fea! La quitarán pronto, ¿verdad?